"Chiquero sin chanchos" Alguien en la universidad me dijo que aquí, en Colombia, las costumbres y formas de educar eran diferentes a Europa, y que debíamos trabajar teniendo en cuenta este punto (y seguramente lo dijo sin mala intención). En ese momento no discutí mucho más, pero me quedé muy pensativo porque ese comentario ya me lo hicieron en otro momento y en circunstancias similares.
Creo que a día de hoy no hay ninguna explicación científica; de tipo genético, físico o químico, que pueda explicar el por qué un alumno colombiano no puede llegar a conseguir la mismas metas y éxitos que puede conseguir otro alumno inglés, alemán, chino o norteamericano. Para mí, todos los alumnos de arte dramático del mundo (que es lo que me ocupa, pero lo hago extensible a cualquier ámbito) que en este momento tienen entre 17 y 25 años, tienen las mismas posibilidades de realizar brillantes trabajos artísticos dependiendo de su esfuerzo, nivel de trabajo y dedicación. Entiendo las diferencias ambientales y sociales de cada país, pero no comparto las posibles diferencias respecto a las capacidades propias de la persona. Sinceramente creo que en este aspecto artístico todo es posible. Y si hablamos exclusivamente de un país como Colombia, donde el talento natural se desborda por cada esquina, con más razón.
Para ello, es necesario que desde la otra parte, la parte docente, se les den las herramientas, los consejos, y la confianza necesaria para conseguirlo. Entre esas herramientas y/o consejos, está el conocimiento, la rigurosidad, la exigencia, la libertad bien entendida y la experiencia propia del docente que debe transmitir al alumno para superar sus límites y mejorar sus expectativas. Ahora bien, si el docente trabaja desde esa especie de negación genético/social/cultural, vamos jodidos desde el mismo origen de la primera lección, y la parte relativa a la confianza nunca existirá. Desde mi punto de vista se conforma eso que llamo xenofobia pedagógica, que es la negación de la correcta educación del alumno originada desde el mismo docente por razones ambientales, sociales o coyunturales.
En realidad no solo se trata de empujar; se trata de empujar con sentido, sin prejuicios, y con las ideas claras. La lucha es evitar que suceda eso que decía Confucio: "no son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino".
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Creo que a día de hoy no hay ninguna explicación científica; de tipo genético, físico o químico, que pueda explicar el por qué un alumno colombiano no puede llegar a conseguir la mismas metas y éxitos que puede conseguir otro alumno inglés, alemán, chino o norteamericano. Para mí, todos los alumnos de arte dramático del mundo (que es lo que me ocupa, pero lo hago extensible a cualquier ámbito) que en este momento tienen entre 17 y 25 años, tienen las mismas posibilidades de realizar brillantes trabajos artísticos dependiendo de su esfuerzo, nivel de trabajo y dedicación. Entiendo las diferencias ambientales y sociales de cada país, pero no comparto las posibles diferencias respecto a las capacidades propias de la persona. Sinceramente creo que en este aspecto artístico todo es posible. Y si hablamos exclusivamente de un país como Colombia, donde el talento natural se desborda por cada esquina, con más razón.
Para ello, es necesario que desde la otra parte, la parte docente, se les den las herramientas, los consejos, y la confianza necesaria para conseguirlo. Entre esas herramientas y/o consejos, está el conocimiento, la rigurosidad, la exigencia, la libertad bien entendida y la experiencia propia del docente que debe transmitir al alumno para superar sus límites y mejorar sus expectativas. Ahora bien, si el docente trabaja desde esa especie de negación genético/social/cultural, vamos jodidos desde el mismo origen de la primera lección, y la parte relativa a la confianza nunca existirá. Desde mi punto de vista se conforma eso que llamo xenofobia pedagógica, que es la negación de la correcta educación del alumno originada desde el mismo docente por razones ambientales, sociales o coyunturales.
En realidad no solo se trata de empujar; se trata de empujar con sentido, sin prejuicios, y con las ideas claras. La lucha es evitar que suceda eso que decía Confucio: "no son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino".
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