Este tipo de trabajo dramatúrgico suele consistir en dar tu punto de vista sobre algo ya escrito y que se supone que funciona o que cumple un mínimo de requisitos para ser considerado dramáticamente bueno o válido en escena. Existe un corpus de textos teatrales tan amplio y maravilloso escénicamente que, a veces, no merece la pena escribir algo nuevo cuando ya existe un texto que describe perfectamente esa inquietud o esa sensación que queremos transmitir. ¿Para qué escribir una historia que explique que las niñas no deben confiar en extraños cuando ya existe Caperucita Roja? Sí, pero puede que nuestra Caperucita sea ligeramente distinta a la clásica niña confiada y y de tiernas carnes.
Cuando yo encuentro esa historia ya existente que quiero contar (porque no nos engañemos, casi todo está ya escrito) y que casi obligatoriamente debo amar para poder transformarla desde el respeto, suelo buscar el objeto, personaje o momento de la obra que me interesa potenciar para basar en ese aspecto el trabajo que haré sobre el texto. Porque muchas veces no podemos ni debemos plantear en escena toda una historia completa: ¿se imaginan montar enterita "El Pelícano" de Strindberg? Yo me imagino un auditorio dormido. Pero puede que algún aspecto de esa obra (a veces una simple línea de texto) nos empuje a rehacerla a nuestro gusto y quizá de una forma más adecuada para el público actual.
Pero cuidado, una dramaturgia así no sólo debe ser un texto completo, hay dramaturgias parciales, de conveniencia o para un medio concreto. Por ejemplo: en la serie "House of cards", el personaje principal es Frank Underwood, protagonizado por Kevin Spacey, un congresista norteamericano obsesionado por el poder: un verdadero Ricardo de Gloucester actual. (Y si además sabemos que Kevin Spacey hizo en teatro Ricardo III hace no mucho... la cosa ya está más clara.) Además coincide que su esposa Claire, protagonizada por Robin Wright, es una digna fotocopia de Lady Macbeth; pues menuda parejita hemos juntado.
Por ahora, continuaré haciendo mi dramaturgia sobre un texto clásico que amo. Porque me he dado cuenta de que en el proceso aprendo los trucos de ese autor que visito y sin querer los voy haciendo míos. Quizá reescribir un clásico no es tan emocionante como la creación propia, pero a largo plazo, para un autor (que es lo que realmente importa), es una buena forma de madurar en su propio oficio.
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(*) "Un soneto me manda hacer violante..." Soneto de Lope de Vega. http://www.lcc.uma.es/~perez/sonetos/lope.html