Parece que todo es entretenimiento, y eso no es malo. Necesitamos vivir, disfrutar y evadirnos de un mundo que nos exige hasta límites extremos. Millones de pantallas nos escupen a diario frases, ideas, momentos divertidos, lúcidos, simpáticos... resumiendo: situaciones epidérmicas. ¿Pero qué hay más abajo? Hemos dejado de investigar la profundidad de nuestra propia existencia para quedarnos en ideas fáciles y rápidas. Ya no se valora el trabajo y la exigencia para con el público como un ente que debe participar activamente(**). Y el público (que es muy inteligente) lo sabe y lo exige: "No queremos complicaciones, queremos fast food teatral, no queremos pensar." Y poco a poco, asumiendo el paso del tiempo, se lo hemos dado y se lo han apropiado. Y por extensión, nos convencieron. Nuestro público y nuestros nuevos actores ya no quiere trabajar ni pensar, y entonces se lo ponemos fácil: les damos productos fáciles, que además piensan que son fáciles de realizar, por lo que automáticamente se genera la idea del facilismo en el trabajo teatral.
Ya no genera importancia el trabajo artístico. Y para montar una obra de teatro se necesita trabajar, trabajar mucho, toneladas de trabajo, sacrificio y fe. Pero los nuevos creadores ya no quieren trabajar: quieren triunfar. Yo no entiendo un concepto sin el otro, "que la inspiración me encuentre trabajando" decía Picasso. Todo debe ser rápido e inmediato, las ideas que genera un montaje deben ser rápidamente asumidas y entendidas, si no me entretengo no me gusta y si no encuentro lo que quiero encontrar ya no me atrae. Todo debe ser rápido y fácil, como la descarga de un archivo a nuestro teléfono.
Quizá yo pueda parecer un poco vejete con estas afirmaciones, pero les digo que me gusta muchísimo la comedia, reírme, sorprenderme y entretenerme tanto en cine como en teatro. Pero hay un momento para todo, de igual forma, todo necesita una dedicación y un tiempo de labor para conseguir que brille y sea artísticamente válido. Y quizá, por los niveles de trabajo invertidos, algunos llegan al final consiguiendo su objetivo artísticos y vitales, y otros no. En el fondo, es una cuestión de respeto y amor hacia nuestra propia profesión.
Porque no se engañen: entretener, hacer disfrutar, crear sensaciones (de cualquier tipo) es un trabajo muy serio y complicado.
-------
(*)A propósito de La civilización del espectáculo, de Mario Vargas Llosa.
(**)Vease: Por una dramaturgia de la recepción. José Sanchís Sinisterra.