El teatrista cojo es aquel que, al igual que el que lleva un parche en el ojo o el sordo de un oído, no ve la realidad completa que le rodea. Sólo asiste a las experiencias teatrales que de antemano le interesan y desprecia aquello que no encaja en sus coordenadas mentales por razones pseudofilantropicoteóricas, teatrológicoabsurdas, sociomiméticamentepolíticas, pedorricomísticas, o vaya usted a saber por qué.
La cosa es que me encontré a alguien que vio un pequeño montaje comico y bastante absurdo que hice hace bien poquito y me dijo: "No suelo ver cosas tan superficiales como esto". Yo automaticamente pensé: "Yo tampoco suelo ver mierdas tan pesadas como las que haces tú." Pero sí las veo, ese es el punto. Porque suelo ver todo tipo de teatro, bueno y malo, joven y viejo, vanguardista y clásico, azul y verde... porque no quiero convertirme en un teatrista cojo más.
En fin, que es bueno ir a ver de todo y para todos; aunque de vez en cuando el culo se resienta en algunas butacas, no importa. Si queremos tener una vista global del arte escénico debemos ver de todo para empaparnos de todo. De otra forma viviremos cojos y eternamente torcidos en nuestro devenir teatral. Y lo peor de todo: cuando caminemos por un largo pasillo o sobre un escenario, nos delatará el golpe desigual de nuestra pata de palo sobre las tablas. Entonces todos murmurarán entre dientes: "Mira, por ahi llega Fulan@... el teatrista cojo."
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(*) Aunque también hay otra técnica para reconocer a un teatrista cojo: el olfato profesional.
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