Históricamente el teatro se ha concebido como una puerta para la denuncia, el planteamiento o el reflejo de situaciones sociales complejas, o simples (que no son menos importantes). El genero llega en segundo lugar: tragedia, comedia, drama, melodrama... son vehículos para plantear un idea. Y por último llega el formato, que le da la puesta en escena a la idea o texto, y es su presentación pública. Cualquier genero, formato o dramaturgia que queramos trabajar pasará por esa secuencia de una u otra forma. Lo que viene después es el público y su planteamiento social; y en ese momento ya estamos realizando una acción política pública, de hecho cualquiera de nuestras elecciones anteriores han sido planteadas bajo el paraguas de la política; y repito, sea cual sea el formato con el que queramos plantear nuestras ideas.
El hombre es un animal político, por lo tanto el teatro (que es fruto de la creatividad humana) también es un elemento político, en cualquiera de sus formas y presentaciones. Este punto es el que creo que muchos de los que se dedican profesionalmente a la política no acaban de entender. Al leer alguna declaración de algún "político" dedicada a los que nos dedicamos a esto me defraudo frente a la realidad que estos señores no ven: ellos mismos son personajes de una gran comedia, y por lo tanto son víctimas de todos los exabruptos y necedades que salgan por sus pueriles bocas al respecto de la clase actoral o cultural. Bueno, insultarse a si mismo podría llegar a ser una buena terapia, lástima que no lo sepan. Podría llegar a ser una especie de catarsis politico-emocional: algo similar a Edipo sacándose los ojos, pero en directo y en el congreso.
¿Y a quién le puede interesar el teatro? Sinceramente no lo sé, y cada día que pasa lo intuyo menos. Pero estoy seguro que a estos petardos de corbata y zapato relimpio no, y simplemente creo que es por una cuestión de estupidez y falta de horizontes vitales; aunque estemos hablando de la educación de una sociedad a través del arte y la creatividad. Pero no nos hagamos mala sangre, porque ellos no se la hacen y nosotros no somos menos. Quizá nunca contesten a estas líneas ni se produzca un diálogo social de importancia alrededor de este tema "tan poco prioritario", o porque "no somos relevantes para el gobierno", dirán. Pienso que la verdad es que nos tienen miedo, porque una palabra nuestra pesa, a la larga, más que cinco suyas. Y para comprobarlo, sólo hay que medir cuan pobremente las usan.
¿Todos los políticos son así? No, claro que no, no debemos generalizar. Algunos se salvan y son aquellos que apoyan, ayudan y empujan: gracias, y menos mal... Y ahora, si usted, lector, se dedica a la política reflexione y decida en que grupo está situado; pero tenga en cuenta que el porcentaje de estos últimos, es mínimo.
Nota: Y hablando de política, prefiero no comentar lo que sucede en mi pueblo.
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