Primero: el Renacimiento. Apareció en el siglo XV tras el impacto de la peste negra que mató al diez por ciento de la población europea. Fue una nueva forma de ver el mundo, quizá tras una nueva forma de vivir la muerte, que a la larga dio vida a una de las mejores generaciones de escritores de la historia: Cervantes, Shakespeare, Moliere... He leído que algunos dicen que estamos ante un nuevo Renacimiento social y cultural, sería una muy buena opción, todo es posible.
Segundo: el teatro del absurdo. Después de la segunda guerra mundial el movimiento existencial lo inundó todo, y con mucha razón. En un mundo arrasado y sin futuro poca energía quedaba para fiestas artísticas. Grandes creadores como Mihura, Beckett o Ionesco dibujaron un nuevo teatro con personajes perdidos en lugares extraños o directamente imposibles; paisajes de un mundo destruido. Así plantearon los dramaturgos la época posterior a la mayor guerra vivida por la humanidad.
¿Y cómo será la escritura dramática después del covid19? No lo sé. Quiero imaginar un nuevo Renacimiento teatral, una explosión creativa sobre los escenarios que pueda parir una generación dramatúrgica espléndida similar a la que vieron los siglos XVI y XVII. Aunque debo confesar que mi séptimo sentido me empuja más hacia un posible nuevo absurdo. Serán autores preocupados por reflejar este mundo en crisis tras la pandemia, nuestro contexto será tan brutal que nadie podrá dejarlo de lado a la hora de escribir.
Finalmente, aclaro que cualquiera de las dos opciones sería maravillosa y podría rejuvenecer un panorama escénico que siento necesita un cambio de fondo. Pero como todo en la vida es elegir, elijo el nuevo absurdo, porque si me equivoco, la otra opción también sería fascinante.
Gracias por leerme.
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