La película está filmada de una forma fría y casi distante, descorazonadora. La muerte llega de formas imprevistas: ahogamiento, aplastamiento, quemadura... pocas veces por acción directa de un enemigo siempre invisible. La suerte juega los dados de forma constante, como la primera secuencia donde uno de los protagonistas escapa de un tiroteo de una forma casual, podría haber caido él, pero esta vez la suerte le sonrió. Ese enemigo invisible no mata por sus propios medios directos, es la derrota la que mata debido a la incompetencia de un ejercito vencido. En ese sentido es interesante la figura del Comandante Bolton, interpretado por Kenneth Brannagh, que aprece siempre solo en el muelle; quiza una representación de la soledad de Inglaterra en aquel momento, reflejada en el final de la película donde se hace un llamamiento de ayuda al "nuevo mundo".
La cuestión es contar los acontecimientos históricos de forma veraz y real. Una buena y sabia amiga me comenta el paralelismo entre Tora, tora, tora (Richar Fleischer, 1970) y Pearl Harbor (Michael Bay, 2001), que es aplicable a esta película. En la primera película se nos detallan los sucesos que llevaron al ataque a la base de Pearl Harbor por el ejercito japonés en diciembre de 1941 desde varios ángulos y con una visión muy seria de un contecimiento histórico de esa magnitud. En cambio, en la segunda película, se cuenta lo mismo desde la perspectiva acaramelada de un grupo de soldados con problemas sentimentales y calor hormonal en medio del ataque. A la guerra no se va a ligar, a cantar o hacer bromas: normalmente se va a sufrir y a morir. Nolan, en Dunkerque, apuesta por la primera opción con un relato lleno de suspense y muy terrorífico en ciertos tramos de la película sobre lo que significa estar en la guerra.
La película podrá tener fallos técnicos, errores históricos, buenas o malas interpretaciones... esta vez no entró ahí, me quedo con lo que significa reconocer la historia en el cine, útil para saber más de nuestro desarrollo histórico como especie y evitar repetir lo vivido de una forma obscena. Y muy necesario sobre todo en momentos como los que vivimos, donde todo se sirve edulcorado y dulcificado para que no haga daño.
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