Lo reconozco: renuncio a entender, ya no me interesa saber si Fulano hace o deshace, si Mengano crea o destruye, o si Perengano va a sorprender. Yo sólo quiero contar algo como aquel famoso hidalgo, escribir, contar y volver a escribir, digamos que simplemente parir. No quiero ser multidisciplinar, no me interesa ser pluridisciplinar, y mucho menos, señoras y señores, escuchen atentamente: transdiciplinar. Lo reconozco, estimados doctores, soy de los que vuelven la vista atrás, de los que buscan en libros caducos las últimas palabras de Fortimbrás, el suspiro de Salomé al bailar, o a Segismundo quejándose con pesar. Por favor, no me vengan con trucos, a mi edad ya no me engañan, lo dije y lo mantengo: renuncio a sus patrañas. Aprendan a contar, ¿tan difícil es? Nada de imágenes complejas y veladas, mucho menos metáforas abruptas y meditadas, o discursos fugaces de encargo que nos hunden en un profundo letargo. Todo debe ser mucho más simple y grácil: primero: controlar su ego desbocado, segundo: buscar una trama fácil, tercero: dibujar un personaje bien explicado, cuarto: fijar un objetivo esquivo, quinto: encontrar un final atractivo. Añadan imaginación, trabajo y pasión para cocinar un buen caldo de letras, de esos que realmente tienen corazón. Y que no les influyan las posturas de moda: que si soy post, que si soy pre, que si pim, pam, pum… achilipum, cuentos más viejos que una espada visigoda. Así que para acabar, resumir y finiquitar, yo digo: dejen de joder y aprendan a contar. |