Un naufragio es algo terrible, sobre todo si sucede sobre un escenario. En estos días he visto algunas propuestas sobre textos clásicos u obras más o menos conocidas. Mi problema es que ya había visto esos montajes anteriormente y guardaba muy buen recuerdo de ellos. Ese recuerdo naufragó en las costas de mi memoria cuando vi como esos barquitos escénicos encallaban en los puntiagudos arrecifes teatrales que siempre nos acechan. Por eso mismo, a grandes males grandes remedios: he decidido no ver más obras de las que guarde un grato o especial recuerdo, lo siento por todas esa propuestas que a partir de hoy me perderé.
B. Sufrimientos.
Me lo han preguntado mil y una veces, y como Sherezade contesto con pacicencia: "es verdad que no hay que sufrir ni hacer sufrir para actuar. Pero la mayoría de las veces hay que trabajar duro y eso requiere sacrificio, lo que lleva tener que asumir cierto grado de sufrimiento". Mucha gente no entiende este punto de vista y lo tachan de agresivo o violento. Nada más alejado de la realidad. Cuando ensayas y buscas un resultado necesitas trabajar y el trabajo nunca es algo hermoso. Por lo general trabajamos para vivir, y no suele ser agradable; para eso existen las vacaciones. Actuar es una profesión hermosa y que reporta grandes satisfacciones, pero para obtenerlas es necesario trabajar y ensayar por las noches, invertir horas, cancelar reuniones, sacrificar los fines de semana, ganarse problemas en tu entorno, gastar dinero en transporte y comidas extras... estos sacrificios (plenamente aceptados) suelen llevar implícito cierto grado de sufrimiento personal, y a eso me refiero en parte. Y por ahora, no estoy incluyendo otros posibles sufrimientos en los ensayos cuando algo no acaba de salir...
C. Sensaciones.
Y ahora que vuelvo a actuar después de varios años sin pisar de forma seria una escena, recupero esas sensaciones extrañas y difíciles del actor. Intento aplicar todo aquello que predico en las clases y, a veces, se vuelve en mi contra. Porque no es fácil. Por momentos entiendo perfectamente a los actores y estudiantes cuando me dicen "que no encuentran el personaje" o "que no saben cómo hacer esto o aquello"... Porque no hay formulas, esa es la realidad, sólo hay personas que se visten con la ropa de otro e intentan ser lo que no son. Difícil ser alguien distinto cuando no pocas veces puedes ser tú mismo. En esos momentos (eternos momentos), creo que no existen los personajes, sólo existen unos cuantos pedazos de nuestro propio ser que encajan en ese otro monstruo de Frankenstein que vamos ensamblando en cada ensayo o función. Un monstruo que nunca podremos dominar totalmente, siempre se escapará buscando a su amo hacia el norte, siempre hacia el frío norte.