Hay que pagar, no se le puede dar más vueltas. Hay que pagar si queremos mantener este tinglado del teatro en pie. Ya no caben más protestas ni más pataleos o buenas intenciones: hay que pagar y rascarse la cartera. ¿Que es más cómodo quedarse en casa viendo una película? Sí, claro que lo es, y más calentito. Pero si se quiere entrar a entender esta ruleta del arte y de la escena involucrándose en ella, hay que disfrutar lo que se ve valorándolo y reconociendo el trabajo de los que lo hacen posible. Para ello hay que pagar, no hay otro camino.
Como dijo Peter Brook: “el teatro es un cerebro compartido”, o sea: un músculo que tanto actores cono espectadores comparten y que se debe ejercitar y alimentar para que no se atrofie. Para muchos el alimento del actor son los aplausos y no lo niego; por supuesto que lo son, pero si queremos artistas creadores en plena forma necesitan también de otro tipo de alimento más terrenal.
Existen diferentes estrategias por parte de instituciones públicas o privadas que fomentan el gratis total en sus eventos, ojo: a la larga nos estamos pegando un tiro en el pie. Gratis es una cosa y barato es otra muy diferente. Hay que pagar, aunque haya que pagar algo muy barato, sigue siendo un fomento de las artes escénicas educando en el respeto y reconocimiento del espectáculo al que se asiste. Ojalá sirvan estas líneas de aviso a muchos que (por diferentes y respetables cuestiones) defienden el todo gratis, pero que en diferente situación se quejan por no tener una buena taquilla.
Por suerte o por desgracia estamos en el siglo XXI, los paradigmas económicos y sociales que reinaban en el siglo pasado ya no funcionan. El futuro es incierto y se visualiza oscuro para el sector escénico, no es necesario enlodarlo más, y mucho menos desde las decisiones erroneas que surgen de nuestras propias filas como creadores ansiosos de público, sin reflexionar el costo a pagar en un futuro cercano.
-------------
Y si quiere leer otras entradas del vaya a la página principal...