Entran en silencio al teatro o al cine y siempre respetan las normas de convivencia ciudadana, ceden el paso cuando llega una anciano o mujer embarazada, leen libros antes de entrar, toman té verde, comen fruta y llevan siempre una manzana en el bolso, a veces son de bebidas típicas y otras de bebidas muy extremas, no les gusta la publicidad pero conocen marcas extrañísimas y exclusivas, y sobre todo odian la coca cola (yo llevo intentado dejar la coca cola desde hace años pero nunca he podido). La similitud con los gatos es clara: no hay animal más serio y digno en la creación que un gato, lo sé bien porque tengo dos. Algo fundamental es que ellos y ellas (debo ser inclusivo en mis formas lingüísticas) sufren por la sociedad, sus sentimientos están siempre a flor de piel y a la mínima lloran o se conmueven con una gran interpretación triste y azul, como ellos.
Los gatos tristes y azules ven obras de teatro profundas e impactantes que siempre tienen que ver con la compleja realidad social que nos rodea; y si no tiene que ver directamente le buscan el anclaje, eso no es un problema para su refinado gusto estético. Odian la comicidad, y si se ríen en el teatro deber ser con gags retorcidos, chistes rebuscados o situaciones adelantadas a nuestro tiempo. Reconozco que en ocasiones he sido un gato triste y azul... a veces todavía me disfrazo de uno de ellos porque no me queda otra opción según donde esté, pero ya no soy así. Ahora me río cuando me apetece, me da igual lo que piensen de mí en algunos lugares y he aprendido a ver todo tipo de teatro o cine: desde películas de superheroes a cine intimista noruego, teatro de vanguardia o un entremés cervantino en la plaza de un pueblo perdido de México. De alguna forma he aprendido a ser libre y descarado, y sé que esto suena pretencioso, pero pretender que un gato sea azul es absurdo.
Los gatos tristes y azules son necesarios, igual que las chicharras en verano, las golondrinas en primavera, Papa Noel en navidad, o mi cumpleaños en otoño; pero no son la única especie que pulula ni debe pulular alrededor de la creación artística, es necesario abrir el espectro y probarlo todo. El mismo Roberto Carlos, que escribió la canción, dijo que nunca tuvo un gato y mucho menos azul. En fin, que todo es mentira, incluso esto que acabo de escribir podría serlo. Y algún enemigo más me buscaré diciendo esto de una forma tan pública (que no púbica), pero uno más ya no importaría demasiado.
Saludos a todos y todas (perdón, casi se me olvida ser inclusivo).
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