New York aparece como el paradigma de la libertad en un país donde en algunos estados, está prohibido dar café a los menores por los posibles problemas derivados de la cafeína, pero ese mismo niño puede disparar un fusil automático estando en la secundaria y cargarse a nueve o dieciséis personas. Londres es la capital de un país formado por la unión de dos coronas (Escocia e Inglaterra) que se anexionó por la fuerza una tercera (Irlanda), gobernada por la estirpe real más antigua de Europa y donde encontrar un buen restaurante autóctono es tarea prácticamente imposible. Parece que en nuestro imaginario las palabras neoyorquino o londinense tienen un significado que va más allá de un simple gentilicio. Me gustaría que sucediese lo mismo con madrileño, bogotano o ponferradino; aunque para mi, que ya soy las tres cosas, lo considero lo más grande que me ha pasado en la vida y estoy muy orgulloso, tanto que se me erizan los pelillos de la pantorrilla escribiendo esto.
Considero que la creación surge de cualquier lugar, y aparece donde menos te lo imaginas; a veces en lugares y situaciones desesperadas. No me importa estar escribiendo en Bogotá, Madrid, Ponferrada o en el lago de Tota. Los resultados finales no suelen nacer condicionados por la moda, por lo que leo diariamente en redes y noticias (que suele ser bastante basura modernuqui para mi gusto), ni por una tendencia concreta. No soy un escritor actual ni socialmente demasiado activo, el sofá es mi mejor aliado cuando no tengo ganas de hablar con nadie. Tampoco creo que se deba escribir pendiente de la gente que nos rodea o de la actualidad en si misma; aunque eso sí, es inevitable que influya. Pero todos sabemos que hay que pagar el alquiler, la luz, el gas, comprar comida y arena para los gatos... a veces toca cruzar la línea de lo artístico, son elecciones comprensibles que entiendo perfectamente.
Aunque quizá sí deberíamos escribir sobre lo que vivimos, sentimos, y nos nace de lo mas profundo de nuestro ser estemos donde estemos, ya sea Bogota, Tunja, Ourense, Ibagué, Cochabamba o Teruel, sin mirar más allá de lo que nos rodea. Eso de la "rabiosa actualidad internacional" encaja mejor en creadores que necesiten apoyarse en su entorno para encontrar inspiración, o un camino abierto entre la multitud. Para muchos la necesidad de ser aceptado y estar en el candelero a veces es más fuerte que el propio impulso artístico, y ese impulso se convierte más en flatulencia incontrolada que en abono cerebral. Cuando esto sucede, se comete el error de apagar las luces creativas (y aparece la obligación de taparse la nariz) para encender otras velas que no acaban de aterrizar en el terreno de lo artístico; son otra cosa.
Sea como fuere, alrededor de estos menesteres sucede aquello que dijo Freud: "Hay dos formas de ser feliz: una es hacerse el idiota y otra es serlo." No sé porque se me ha ocurrido esta frase, pero supongo que algo tendrá que ver con el tema de hoy, el subconsciente es sabio (también lo dijo Freud). Y me acabo de dar cuenta de que no hablé de París y Francia... es un cuento que contaré en otro momento.
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