Porque en realidad quedan pocos personajes bien construidos, casi ninguna historia atractiva perdura, desaparecen las situaciones tensas e interesantes de la escena, ya no se escriben textos poderosos y contundentes... en el fondo, queda poco teatro. El público prefiere espectáculos fáciles y rápidos de improvisación, falsos y estúpidos montajes de clown, un cabaret deprimente pero bien vestido, espectáculos musicales de amplia sonrisa, stand up comedy invasivo y parásito de terrenos teatrales, o montajes pseudo-teatrales de supuestos altos vuelos. La mediocidad y la confusión planeada reinan en la escena, es lo que vivimos.
La misma mediocridad que envuelve a un público ávido del consumo rápido, del fast food teatral, del disfrute simplón o del interés por programas de tv que escupen en la cara al profesional de las artes. Esa misma mediocridad que nos lleva a creer en cualquier gran figura mediática sin fondo pero empática con las masas estúpidas y fácilmente manipulables; o la misma mediocridad que nos empuja a creer en los más sutiles productores que consiguen vender mierda vestida de teatro, o que simplemente son capaces de vender mierda vestida de mierda para que muchos la asuman y eviten quedar excluidos socialmente. Y sobre todo y ante todo, aquí surgen aquellos desdichados que tragan todo este enorme conglomerado de basura escénica sin rechistar, felizmente, con gran apetito. Gloria sin fin a este público sin lineamientos, porque de ellos será el reino de la moda, y las alcantarillas.
Como descargo, añado que también hay buen teatro y también hay gentes que luchan por salvarlo, de otra forma esto sería inaguantable y no tendría sentido críticar. Nuestro objetivo como profesionales de las artes escénicas debe ser evitar que todo ese mundo de grandes personajes y memorables historias desaparezca en el olvido mediocre de nuestra sociedad. Porque todo cabe y es necesario en el mercado, sólo es cuestión de equilibrio, educación y responsabilidad.
No obstante repito: ¿donde quedó el teatro?