Te hablo a ti, mi querido emprendedor cultural anaranjado, a ti, que quieres entrar en estos bosques alucinógenos de la bohemia cultural, artística y lacrimógena. Escúchame bien, jovencito bien peinado, aplica esta receta a tu proyecto cultural soñado, el que presentarás a todas esas convocatorias macabras y venderás a cualquier politiquillo de ocasión. Cómo pretendes llenarte la boca con estas palabras: cultura, arte, folklore, teatro, cine, música, pintura, danza, canto, libro, patrimonio, museo, educación… si nunca has pisado un escenario cagadito de miedo, si no sabes lo que es intentar cantar sin voz, si cuando pintas no quieres mancharte un dedo, si leer un libro te resulta un sufrimiento atroz, si al mirar a una cámara te sangran los ojos, si al bailar sigues sintiendo frío, si de tu chaqueta no saltan los piojos, si en un estreno no imaginas un teatro vacío, si nunca has hecho un ridículo malvado, si, a fin de cuentas, nunca has diferenciado entre el naranja, el azul o el morado, o si el único color que te importa es el de la plata escondida bajo la corbata, tras una sonrisa barata, poco podrás entender de este negocio sagrado. Llegando al final, mi querido emprendedor cultural anaranjado, te pido humildes disculpas sobre algunas rimas forzadas mientras hablamos de tu gran capacidad intelectual (leer poesía, para ti, sería algo excepcional). Déjame acabar recordando un viejo refrán: “no se hizo la miel, para la boca del asno”, así que, suerte en lo tuyo, oh capitán, mi capitán. Sólo quería ayudar con este insustancial consejo, espero no causar ningún tipo de complejo. Salud. ------------- Y si quiere leer otras entradas del vaya a la página principal... |
1 Comentario
Existe una epidemia en el mundo teatral, y como cualquier pandemia, se extiende inexorablemente cobrándose víctimas indefensas. Me refiero al teatro mal hecho. Muchas de las obras que he visto últimamente en este país del sagrado corazón son malas; no todas, claro, el buen teatro también encuentra sus caminos... (suspiro) Y mientras algunos utilizan calificativos más empáticos para referirse a estas pseudocreaciones como: "raras", “marginales”, o “incomprendidas”… yo digo que son malas y punto; así lo metemos todo en el mismo saco, que es más fácil. La pregunta es ¿por qué sucede esto? Bien, entre las diversas respuestas y posibilidades destaco la falta de compromiso con la creación, la rapidez en la producción, la escasez de técnica aplicada y unas dramaturgias muy endebles. Hago la aclaración de que, al meter todo en el mismo saco, hablo de cualquier forma escénica posible; ya sea clásica, contemporánea o de vanguardia. Porque en todas ellas, sea la forma que sea con la presentación que sea: NO TODO VALE. Veo propuestas basadas en visiones excesivamente personales por parte del creador o creadores de turno que intentan embutir sus ideas a la fuerza, cosa esta que me parece muy poco humilde y reflexiva. Por otro lado, la rapidez en las producciones, muchas veces ancladas a tiempos institucionales por motivos de ayudas y beneficios, obliga a facturas finales débiles y poco creíbles. Añado que cualquier creador necesita mucho tiempo y a veces mucho silencio para llegar a buenos resultados, a resultados de calidad que transmitan un mensaje de fondo adecuado y consistente al producto que se presenta; algo complicado en estos días. Respecto a la técnica, ya sea actoral, de dirección, o puramente mecánica; es una falencia alarmante. Hacer una obra de teatro se ha convertido en una operación artesanal que exige conocer bien el campo de trabajo y una investigación necesaria y adecuada a lo que se quiere mostrar, asuntos estos que en muchos casos se toman a la ligera sin darle la importancia vital que tienen. Y respecto a la dramaturgia, qué puedo decir… me encuentro ideas fáciles, repetitivas, vacías, mal desarrolladas, etc. Les recomiendo la lectura de la entrada anterior a este blog. ¿Hay soluciones? Sí, claro que sí: rigor en el trabajo, depurar la técnica y las propuestas (las primeras ideas no suelen ser las que mejor funcionan), buena elección de actores y colaboradores, no dejarse llevar por el mercado y ser muy crítico consigo mismo. A todo ello le sumo una mayor exigencia en las escuelas artísticas depurando la enseñanza y exigiendo mayor compromiso por parte de los alumnos (entre muchos más temas que exigirían otra entrada de blog...) Y quizá, una revisión hacia los criterios estéticos y artísticos que tienen algunas instituciones a la hora de otorgar ayudas o premios, porque de alguna forma marcan tendencia. Pero sobre todo, sobre todo, sobre todo repito esto una y mil veces: no todo vale. ------------- Y si quiere leer otras entradas del vaya a la página principal... |
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